LOS 

 

 

DESCENDIENTES

 

 

DE

 

 

LOS CACAENTES

 

Recapitulemos:

 

Genistea del Valle y del Pastizal

mantuvo amoríos con un ente: Gestal.

 

Y veamos lo que ocurrió:

 

El muy íncubo la dejó embarazada

y un día, de repente, se esfumó, como si nada.

 

Testigos que presenciaron en la distancia el acontecimiento

hablan de un resplandor, un fogonazo en el firmamento:

Después de varios meses del primer contacto,

como era su costumbre iban con frecuencia

a la gruta, a la cueva, que por la influencia

del rayo espacial se gestó el decisivo acto.

Allí, los enamorados recordaban aquel momento

y repetían tan placentero evento,

con mucho regocijo, placer y contento.

 

Pero las voces celestiales interrumpen los placeres terrenales

 

En cierta ocasión cuando estaban apareados

el ente escuchó una voz que le decía:

 

Gestal: es el momento, es la hora, es el día,

que regreses, ¡tu gesta ha terminado!

 

Gestal, primero, sorprendido, después, molesto

 

Que es lo que oigo, percibo y presiento;

cómo es posible que se acabe este momento

de tanto placer y felicidad ¡No lo consiento!

Iros a Cacano, me quedo, ¡lo siento!

 

La voz, comprensiva, pero autoritaria

 

¡Ah! pillín, pillín, requetepillín;

ya vemos que al acto terrenal le has cogido gustirrinín;

pero se acabó, so cataplín;

termina ya, y esconde ese pitirrín,

que todo lo que comienza tiene su fin.

 

El cabreo de Gestal es monumental

 

Pdrrrr! mi aparato yo no repliego

y de esta santa gruta yo no me muevo.

 

Los entes, resolutivos

 

No nos queda otra alternativa

que utilizar el rayo elevador,

que con mucha energía y resplandor,

izará a este rebelde hacia aquí arriba.

 

 

Pero sigamos con el relato

 

Y de esta forma tan contundente

ascendió Gestal muy de repente

hacia el cielo, con los Cacaentes.

 

¿Qué fue de Genistea?

 

Así, la lozana moza quedó abandonada

estando ya muy adelantada;

es decir embarazada, gestada

y bastante desconcertada y contrariada.

 

Nacen unos descendientes peculiares

 

Y llegó el día del decisivo parto

y en verdad que aquel fue de infarto.

Del vientre de la pobre desventurada

salió, no un bebé, ni dos, ni tres... una camada.

Diez, eran diez, los descendientes;

eran retoños relucientes, sorprendentes, nada diferentes;

eran iguales entre sí de tal manera,

que no los distinguía ni la propia Genistea.

 

Los dioses cuidan de sus criaturas

 

Después de aparecer estos diez en el alumbramiento

la víctima sufrió tal desvanecimiento,

que su salvamento fue todo un portento:

Se comenta que una luz milagrosa

penetró en la mujer y la hizo dichosa,

es decir pasó de estar medio difunta y muy dolorosa

a iluminada, revivida y fogosa.

Y es que los cacaentes controlaban tal situación

por medio de luces salvadoras que provocaban curación.

 

¡Aquí están los clonicales!

 

Los retoños crecieron con rapidez inusitada

y al cabo de un mes se hicieron apuestos jóvenes ¡total, nada!

La mitad eran masculinos, la otra mitad, femeninos.

Todos eran iguales salvo en sus órganos genuinos.

Se explica su pasmosa igualdad e identidad

porque en realidad, eran clones de verdad.

Sus conductas y actitudes eran iguales

y ellos mismos se denominaban los CLONICALES.